Me
encuentro nuevamente conmigo mismo, dirigiéndome hacia una calle que creí haber
superado tiempo atrás, la Calle
de la Angustia. Ésta solo
admite a personas que tengan algún problema más grande que uno, y que sea
imposible de resolver por cuenta propia. Comienzo a dar los primeros pasos,
pero no logro pasar La Esquina
de la Duda Existencial. ¿Realmente estoy haciendo lo correcto, o me estoy
equivocando? Parado sobre la cornisa, me veo a mí mismo, más joven, en La Vereda del Pasado.
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¿Qué es lo que quieres lograr esta vez?
Luego de tanto tiempo has vuelto al mismo lugar. Me dejaste crecer en tu
interior cargado de tristeza sin razón; No creas que es tan fácil, esta vez te
será más difícil llegar.
Cada
movimiento se hace eterno, cada segundo es una vida. Estoy pasando por La Avenida del Tiempo sin Tiempos, donde he estado atrapado incontables
veces, sin saber qué hacer. Este trayecto lo he tenido que transitar en
otros momentos, pero ahora es distinto: estoy solo, me has dejado. Haber
pensado que eras para mí y que te hayas ido es lo peor que me pudo haber
pasado.
Apareces
al costado del camino, sentada sobre la esquina que cruza El Paseo de la Eterna Decepción,
una rotonda peligrosa para aquellos que tuvieron el corazón lleno de ilusión.
Te paras y te diriges hacia mí. Me miras de una manera que nunca lo hiciste,
con calidez y tranquilidad, con tus manos sobre las mías y me acompañas en mi
caminar. Comienzo a llorar y te pregunto por qué lo hiciste, porqué te alejaste
de mi. Me doy cuenta que a pocos metros atraviesa El Río de los Lamentos, que
sólo se puede cruzar pasando por El
Puente de la Culpa. Siento que te he fallado, que no he podido amarte como
quisiste, como necesitabas, como esperabas de mí.
Nuestro
último momento juntos quedó marcado en El
Pasaje de la Cruda Verdad. No
puedes responder. No tienes palabras que lo puedan explicar. Solo me acerco
para rozar tus labios y sigo mi camino. No sé por qué lo hiciste, y tal
vez nunca lo sabré. Quizás por eso me di cuenta que en ese momento llegué a
La Calle de la Angustia, ya
que ésta no admite sentimiento distinto que la desolación cuando una persona
renuncia a la posibilidad de ser feliz.